Editorial del número 10
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Este número se pregunta algo incómodo: no cuál es el futuro de la música, sino si la música, tal como la conocemos, tiene futuro. Entre algoritmos, streaming, nuevas economías y viejas emociones, exploramos cómo se reconfigura una industria atravesada por la tecnología sin perder su capacidad esencial de atravesarnos por dentro. Porque todo cambia, pero la necesidad de música sigue ahí, obstinada, humana, imposible de automatizar del todo.
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Intentando poner puertas al campo en un territorio inabarcable, podemos decir que la relación entre música y la publicidad está evolucionando por tres caminos. Adaptación a internet, evolución de los formatos de entretenimiento, y sonidos como creadores de personalidad de la marca.
Softwares que sugerirán melodías, arreglos incluso letras a los productores del mañana; lanzamientos de tokens NFT con los álbumes; entradas a elegir entre el directo, el live-streaming VR y el SVOD VR; realidad aumentada en tus auriculares…
Cualquier empresa, plataforma o posibilitador de contenido relacionado con ella, que únicamente piense en términos computables, irá progresivamente perdiendo su valor y siendo devorado por el paso del tiempo, porque no habrá entendido bien lo que los músicos hacemos, ni tampoco lo que significa aquello que hacemos para la humanidad.
Parece -o la piratería trata por todos los medios de que parezca- que mezclar arte, música y cultura con términos como dinero, economía, inversión o retorno de la inversión es algo nocivo, algo sucio. Pero es falso.
En las principales redes sociales, como Instagram, TikTok o Twitter, la mayoría de las cuentas más relevantes son de músicos. En viralidad e influencia de los contenidos generados por los distintos tipos de creadores en las redes sociales, siguen teniendo el primer puesto. ¿Por qué no son capaces de monetizarlo?
DeepLudwig, una inteligencia artificial, ha terminado en 2021 la Décima Sinfonía que Beethoven dejó inacabada, y la IA Magenta ha lanzado nuevos temas de Nirvana, The Doors, Beatles o Amy Winehouse.
Si los seguidores y/o interacciones en redes no están en la zona de influencia donde el artista ofrece sus conciertos, difícilmente van a ser un público objetivo para conseguir que tenga la visibilidad y repercusión necesaria, y para que dichos seguidores accedan a sus conciertos. Redactado por César Velasco desde su perfil de mypublicinbox
Aprender a tocar instrumentos de la mano de músicos profesionales; organizar un concierto en nuestro jardín o nuestra azotea; aplicar el Big Data a la música para saber su potencial éxito; y hasta asistir a un concierto en el Metaverso.
Se dan casos de artistas que sin haber pisado un escenario en su vida, se han convertido en referentes indiscutibles de una generación que viene imponiendo sus iconos, al margen de las grandes corporaciones que ya no marcan la agenda de lo que sucede en este mercado musical.
Hoy es más importante conocer a las audiencias y ofrecerles un contenido de calidad que disponer de un amplio número de postes FM que garanticen la distribución casi en exclusiva. Lo realmente importante hoy en la radio musical es diseñar una buena estrategia de contenidos multimedia, principalmente de audio, que pongan en valor la prescripción como elemento cohesionador de una comunidad de music lovers.
TikTok permite descubrir cualquier estilo, vía online, simplificando las canciones en 15 segundos, que es la ventana de atención actual del consumidor, y que además gracias a esa brevedad puede convertirse en viral.